viernes, 8 de septiembre de 2017

Antígenos y Anticuerpos.





El sistema inmunitario de nuestro cuerpo produce anticuerpos cuando detecta elementos dañinos, llamados antígenos. Un antígeno es una sustancia ajena al cuerpo que el sistema inmunológico reconoce como una amenaza. Algunos ejemplos de antígenos son las toxinas de las bacterias y los virus, así como los agentes químicos externos perjudiciales para la salud.

Cuando el cuerpo detecta antígenos se induce una respuesta inmunitaria con la formación de anticuerpos, como forma de defensa. Los anticuerpos, también denominados inmunoglobulinas, son usados por el sistema inmunológico para identificar y neutralizar estas sustancias extrañas al cuerpo. Los anticuerpos los sintetizan un tipo de leucocito llamado linfocito B.

La estructura principal de todos los anticuerpos es muy parecida, están formados por una proteína con una típica forma de Y. Pero tienen en los extremos una pequeña región de la proteína que es altamente variable (en el dibujo de color azul). Esto permite una gran variabilidad, de tal manera que el sistema inmune es capaz de crear millones de anticuerpos distintos, cada uno con un extremo ligeramente distinto. Esta parte de la proteína se denomina región hipervariable. Cada una de estas variantes de anticuerpo se puede unir a un antígeno distinto.

Cuando un anticuerpo reconoce un antígeno complementario se une a el y lo marca para que sea atacado por otras células del sistema inmunitario. Estos complejos antígeno-anticuerpo son fagocitados por los leucocitos de tipo granulocitos.


La gran diversidad de anticuerpos que puede fabricar nuestro cuerpo se explica por las combinaciones al azar de un conjunto de genes que codifican los distintos sitios de unión de los anticuerpos a los antígenos. Estos genes también sufren mutaciones aleatorias, lo que genera una diversidad aún mayor.

Memoria inmunológica y funcionamiento de las vacunas

Los linfocitos B son de dos tipos: 1) los que se encargan de la producción de anticuerpos para combatir una infección, y

 2) los que permanecen en el cuerpo durante años como parte de la memoria inmunitaria. Estos últimos posibilitan que el sistema inmune recuerde al antígeno y responda más rápido ante la presencia futura del agente dañino. Las vacunas se basan en esta capacidad de nuestro cuerpo.



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